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martes, 30 de septiembre de 2014
martes, 23 de septiembre de 2014
Siglo XVIII
LA LITERATURA DEL SIGLO
XVIII. Ensayo y teatro.
ILUSTRACIÓN Y NEOCLASICISMO
En el siglo XVIII se impone el pensamiento
racionalista, de modo que todos los actos humanos
deben iluminarse con la luz
de la razón. Es lo que se ha
llamado “Ilustración” o “Siglo de las Luces”. De este modo surge una nueva teoría política, el “Despotismo
Ilustrado”, se impulsan las ciencias
experimentales y se combate la superstición.
En arte se aplican las reglas del Neoclasicismo, que aspiran a crear una belleza perfecta sustentada en
los modelos clásicos.
La literatura se utiliza para difundir la
ideología ilustrada y las obras
adquieren una finalidad didáctica o una intención crítica. De ahí que en los temas se evite lo imaginativo o lo emotivo y que el estilo literario busque la claridad y elimine adornos estéticos que puedan dificultar la
comprensión.
Esta preponderancia del contenido sobre la belleza formal
condiciona los géneros utilizados. Por ejemplo, apenas se cultiva la prosa
narrativa, sin embargo se desarrolla un género nuevo, apto para la divulgación
y la crítica: el ensayo.
A él se consagran autores como Feijoo
o Jovellanos. El prosista más estrictamente literario fue Cadalso,
autor de las Cartas
Marruecas, que sigue el modelo de las Cartas Persas de
Montesquieu. Se trata de una obra de crítica
social que se sustenta sobre la ficción
literaria del viaje de un extranjero que recorre España, observa sus costumbres y transmite
sus impresiones a su maestro en Marruecos.
En cuanto a la poesía, se eliminan las emociones
íntimas y se dedica a temas didácticos, como es el caso de los fabulistas
Iriarte y Samaniego. También se cultiva
el tema pastoril a
imitación de los clásicos, o tópicos filosóficos como el Carpe Díem. El mejor ejemplo es Menéndez
Valdés.
Por lo que se refiere al teatro, se abandona del
modelo barroco y se vuelve a las reglas aristotélicas: respeto de las 3
unidades, separación de tragedia y comedia, etc. Los temas
hacen propaganda de la ideología
ilustrada. El rey de la escena es Moratín, con obras como El sí de las
niñas, donde condena los matrimonios de
conveniencia y defiende una mayor libertad en la educación de los jóvenes, especialmente
las mujeres. Su protagonista encarna el ideal ilustrado del “hombre de
bien”, que renuncia a sus deseos en favor
del bien común.
A finales de siglo se gesta un movimiento de transición,
el Prerromanticismo,
que respeta las ideas
ilustradas pero reacciona contra
la rígida estética neoclásica y reivindica el
protagonismo de la pasión frente a la razón. Aquí se inscriben las Noches lúgubres de Cadalso o un drama de Jovellanos, El delincuente honrado.
El sí de las niñas. Representación en Estudio 1 - TVE
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