Baciyelmo 2

Baciyelmo 2
«Eso que a ti te parece bacía de barbero, me parece a mí yelmo de Mambrino, y a otro le parecerá otra cosa». Quijote, I, 25.

domingo, 14 de marzo de 2010

Don Juan Tenorio: La seducción del lado oscuro.



Después de don Quijote, sin duda es don Juan la mayor aportación de la literatura española a la cultura occidental. Cara y cruz de una misma moneda, al idealismo infatigable del hidalgo manchego se opone la siniestra osadía del libertino sevillano. Este seductor impenitente es el único personaje del teatro barroco que ha pasado a la historia como héroe individual. Es el único que ha aparecido como protagonista en un centenar de obras posteriores, en distintas épocas, países y géneros literarios, de la mano de diferentes autores que han aportado su peculiar visión del personaje. Y es que don Juan desbordó la obra de su creador para convertirse en mito. Los mitos sobrepasan lo estrictamente humano, tienen algo de trascendente, de sobrenatural. Los mitos encarnan una idea que suele tener validez atemporal y universal, generalmente una cualidad elevada a la hipérbole. Sin embargo este singular personaje sustenta su esencia mítica precisamente sobre su condición maligna.

El burlador de Tirso era algo más que un hombre malvado, algo más que un simple seductor. Don Juan era la encarnación del mal, simbolizado en su soberbia y rebeldía, era una especie de personificación del demonio. Tirso creó un mito porque presentó la caída del personaje en términos demoníacos y no solamente adánicos, pero sus dimensiones de gigante y su persistencia en el mal no inspiran temor, como pretendía su autor, sino que despiertan la admiración y la simpatía en el lector.

Esta es la grandeza de don Juan, que sobrepasó el mensaje moral de Tirso, superó su papel de antagonista y se convirtió en el auténtico protagonista de la obra, seduciendo con su ingenio y su belleza a los lectores igual que seducía a las mujeres. Con el paso del tiempo el mensaje teológico de Tirso ha perdido validez pero don Juan, ese libertino rebelde que se opone a toda forma de poder, continúa fascinándonos. Tal fascinación quizá delata la atracción que el mal ejerce sobre el individuo de cualquier época y lugar o, cuando menos, muestra la inclinación humana a la rebeldía. Quienes conocen a don Juan no se quedan con la interpretación más superficial del seductor de mujeres, sino que lo guardan en la memoria como símbolo del rebelde y ello se debe al carácter diabólico que Tirso le imprimió. Luego otros autores han domesticado a este demonio hasta convertirlo de “Ángel de las Tinieblas” en “Ángel de la Luz”, pero esto no hace más que confirmar los rasgos diabólicos que el personaje tenía en su origen y que conforman su irresistible atractivo.